Recuerdo I

Y abro los ojos y me veo sentada en el suelo. A mi alrededor se escuchan gritos de chicos jugando y corriendo. Al lado mio una chica con trenzas está abriendo su cartuchera de tres pisos para sacar uno de sus lápices de colores que para mi son como mil.
Un banco largo, de lo que ahora percibo que es el patio de la escuela, nos sirve de mesa. Dos hojas están apoyadas en el banco, a punto de llenarse de colores y formas. El patio sigue lleno de ruidos, de sogas girando sin parar, de elásticos y de bollos de papel encintados que sirven de pelotas de fútbol.
Las hojas se llenan de formas, en la de la chica de trenzas se empieza a dejar ver un sol enorme con sus anteojos (porque obviamente el sol necesita protejerse la vista) y una sonrisa gigante que hace que sus cachetes de sonrojen. En mi hoja aparece un perro color marrón que persigue un hueso que parece inalcanzable, aunque eso no borra la sonrisa en su hocico.
Terminados los últimos detalles, cada obra es firmada por las artistas, dedicada y obsequidada. Alrededor, en el patio, todo sigue en su curso: el elástico está a la altura de la cintura, la soga es girada por otras dos chicas, un equipo se consagró ganador del partido del día y ya no hay nadie escondido por descubrir.

Y abro los ojos y estoy otra vez en mi habitación. Y miro mi escritorio y sobre él está ese sol mirándome a través de sus anteojos negros, sonriéndome sonrojado. Y yo le devuelvo la sonrisa, después de todo él se la merece.