you were an island and i passed you by

Hoy te vi sentado en el colectivo. Estabas colgado mirando por la ventanilla, exactamente como yo me cuelgo algunas veces. Tenías los ojos brillosos, como quien descubre algo secreto que queda sólo para uno.

Cuando le dije al colectivero "$1.25 por favor", vos estabas moviendo la cabeza al ritmo de alguna canción que quise adivinar y no pude. Cuando me encaminé por el pasillo colapsado de personas, vos abriste la ventanilla para que el aire circule y todos podamos respirar aunque sea un poco. Cuando finalmente llegué a un hueco vacio (desde donde te podía admirar a la perfección pero sin ser descubierta), vos te desacomodaste tu pelo lleno de cuasi rulos y se te cayó un auricular de la oreja (el cual levantaste con una tímida sonrisa que era sólo para vos pero yo la vi y la compartí).

Finalmente cuando tuve mi oportunidad de sentarme a tu lado una vez que el colectivo se vació, como siempre en la calle Corrientes, me encaminé decidida, con paso firme, sin vacilar, sin dudar, bien concentrada en que no se note lo que pasaba por mi mente a mil kilómetros por hora. Me encaminé y me sente en otro asiento, sólo porque me dio verguenza. Sólo porque desde donde me senté te podía admirar mejor. Sólo porque me faltó coraje. Sólo porque eras demasiado perfecto como para ser real. Sólo para no arruinar lo que mi mente creó en esos 35 minutos en los que te vi, te observé, te estudié, te admiré, te idealizé.

Quizás te vuelva a cruzar en alguna de mis mañanas de viajes en el 12. Quizás me anime y algo te diga.
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