sueño

Le gustaría tener un almacén. Pero como los de antes, no estos de ahora carentes de alma. Le gustaría que sea todo de madera, vender cosas sueltas en bolsas de papel madera color rojo, tener esas latas de galletitas para que los chicos puedan elegir mirando a través de ese redondel de vidrio. Las señoras vendrían con pañuelos tapándoles los ruleros y con sus changos y bolsas. Los señores las acompañarían con sus carteras de cuero y sus anteojos de sol gigantes. Los chicos correrían por todas partes y ella les daría golosinas para que prueben y se lleven (obviamente las vendería al peso). Tendria una balanza de esas viejísimas (no la que cuelga sino la que se apoya en la mesa) y sus nenes favoritos la ayudarían a pesar (previamente colocado un banquito de madera para que se suban y lleguen bien al mostrador). En el aire habría un aroma indescriptible, típico de ese lugar y de ningún otro más. Conocería a todos sus clientes y charlaría por horas de las más diversas temáticas. Haría chistes para que las abuelas se sonrían y los abuelos las miren con ternura. Y tendría de cajero a un abuelo que tenga todas las anécdotas del mundo (todas las más lindas) y haría que se las cuente una y mil veces, a ella y a toda la clientela. Sus clientes habituales tendrían una cuenta y ella les fiaría confiando que a principio de mes paguen lo adeudado. En las paredes del almacén tendría fotos del barrio y dibujos que los nenes le regalarían por todas las golosinas que ella les da.
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