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De chicas eran tan parecidas, como dos gotas de agua. Parecidas no en lo físico, sino en el resto: madres similares (las hermanas suelen parecerse), problemas similares, gustos similares, amigos, sentimientos. Incluso las bautizaron juntas en la iglesia de ese pueblito cordobés el mismo día, una con 7 meses, la otra con tan sólo 1. Pasaban juntas sólo 3 semanas al año, el resto del tiempo se comunicaban por carta y por teléfono.
El tiempo pasó, la gente cambió y ellas también lo hicieron. Ya no son tan parecidas, sus gustos son casi opuestos. Una prefiere pasar el tiempo en algún lugar tranquilo con sus amistades y la otra quiere salir a la noche, a la gente. Una prefiere una buena charla mientras toma una cerveza, un café, mates. La otra quiere otro tipo de charlas, alrededor de una mesa de algún bar modernoso con un vino espumante para mojar los labios.
Sin embargo cuando están juntas esas diferencias parecen desvanecerse. Ambas se reúnen en un punto medio y se alegran por poder compartir algunos días al año en compañía de la otra. Y hablan hasta el cansancio, opinan sobre la vida de la otra, salen a caminar, a tomar algo, a bailar, a la pileta, al río. Toman mate juntas a cuaquier hora, miran televisión.
Están juntas y dejan las diferencias a un lado. Sólo durante 3 semanas al año. Después cada una vuelve a su mundo, a sus rutinas, esperando el próximo encuentro. Esperando el próximo verano.
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De chicas eran tan parecidas, como dos gotas de agua. Parecidas no en lo físico, sino en el resto: madres similares (las hermanas suelen parecerse), problemas similares, gustos similares, amigos, sentimientos. Incluso las bautizaron juntas en la iglesia de ese pueblito cordobés el mismo día, una con 7 meses, la otra con tan sólo 1. Pasaban juntas sólo 3 semanas al año, el resto del tiempo se comunicaban por carta y por teléfono.
El tiempo pasó, la gente cambió y ellas también lo hicieron. Ya no son tan parecidas, sus gustos son casi opuestos. Una prefiere pasar el tiempo en algún lugar tranquilo con sus amistades y la otra quiere salir a la noche, a la gente. Una prefiere una buena charla mientras toma una cerveza, un café, mates. La otra quiere otro tipo de charlas, alrededor de una mesa de algún bar modernoso con un vino espumante para mojar los labios.
Sin embargo cuando están juntas esas diferencias parecen desvanecerse. Ambas se reúnen en un punto medio y se alegran por poder compartir algunos días al año en compañía de la otra. Y hablan hasta el cansancio, opinan sobre la vida de la otra, salen a caminar, a tomar algo, a bailar, a la pileta, al río. Toman mate juntas a cuaquier hora, miran televisión.
Están juntas y dejan las diferencias a un lado. Sólo durante 3 semanas al año. Después cada una vuelve a su mundo, a sus rutinas, esperando el próximo encuentro. Esperando el próximo verano.
1 comentario:
Me gusta leer tus historias cordobesas.
Leo, y llega un poco de esa tranquilidad, de esas tardes de rio, de esas noches de luna, de esa alegria de paz, hay mucha simpleza en tus textos que me llega una calidez hermosa y dificil del explicar.
Yo ando un poco revolucionada, hay un poco de ruido tambien, y los dias tienen una tranquilidad falsa, nada se parece a esa tranquilidad cordobeza. Igual ando, y eso es importante. Pero podria estar mejor, y eso lo se.
Me vendria bien encontrarte en el msn y charlar un rato. ^^
Un abrazo flore!
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