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Noche de verano. Cielo despejado. A la luna le robaron un pedacito, pero no le importa porque sigue brillando imponente. Las estrellas iluminan el cielo. En la tierra soplan vientitos para refrescar la noche.
Noche de verano. Cielo despejado. A la luna le robaron un pedacito, pero no le importa porque sigue brillando imponente. Las estrellas iluminan el cielo. En la tierra soplan vientitos para refrescar la noche.
El pueblo está a toda marcha, invitando a los turistas por los diferentes negocios. Los locales no desaprovechan la temporada de vacacines y salen a la calle también a disfrutar de los espectáculos. Se mezclan los que recién salen del río con los que hace rato ya que abandonaron la playita y se enlistaron para la cena.
Nosotras elegimos un lugar y nos sentamos. Pedimos algo para cenar y unas cervezas (el momento lo amerita). Comemos, tomamos, hablamos, reímos y, en un momento de silencio, nuestras tres cabezas giran en la misma dirección como si un imán nos arrastrara hacia un punto específico. Las cabezas giran y nuestros ojos se abren bien abiertos, atentos para ver lo que podría llegar a presentarse en ese rincón que de repente nos llamó tanto la atención. Finalmente encontramos lo que buscamos, las tres lo logramos: las tres vimos la estrella fugaz cruzando el cielo. Aunque sólo una fue la que se avivó y pidió los tres deseos.
1 comentario:
Capturas momentos como una fotografía.
Saludos.
José Roberto Coppola
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