El colectivo se desliza por el asfalto de la calle Luis Saenz Peña mientras me pregunto cómo puede ser que el día absorba mi alma gris. O quizás sea yo la que absorba la tristeza de este día y la estanque dentro mio.
Las calles se suceden, las gotas empiezan a caer como para derramar el vaso que ya hace rato rebalsa sin ningún tipo de ayuda externa. Mis oídos no pueden escuchar nada que tenga algún dejo de felicidad, por ende mi reproductor se llena de bandas y solistas que me recuerdan la soledad, la tristeza, los mundos grises y negros, las causas perdidas y los sueños nunca realizados.
El colectivo se sigue deslizando, ahora con más facilidad debido a la lluvia, y yo sigo sentada mirando por la ventana a la gente que corre por la calle tratando de no mojarse. Como si esta lluvia sea tóxica, como si el hecho de que una gota los toque implica mucho más de lo que en realidad es. La gente con paraguas, como siempre, camina por debajo del techito buscando protección extra y desprotegiendo a los que ya están desprotegidos. Hasta ese punto llega el egoísmo del hombre.
Y yo me bajo del colectivo y camino bajo la lluvia. No me importa que el agua me moje, nada puede intoxicarme en un día así. Tampoco me preocupo por llegar empapada al trabajo. Ni por los egoístas y sus paraguas y sus techitos. Sólo soy yo caminando bajo la lluvia con mi banda sonora acorde al gris de mi alma. Y al gris del día. Y el de la ciudad. Quizás después cuando salga el sol también salga para mi. Puedo tener esa suerte alguna vez.
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Las calles se suceden, las gotas empiezan a caer como para derramar el vaso que ya hace rato rebalsa sin ningún tipo de ayuda externa. Mis oídos no pueden escuchar nada que tenga algún dejo de felicidad, por ende mi reproductor se llena de bandas y solistas que me recuerdan la soledad, la tristeza, los mundos grises y negros, las causas perdidas y los sueños nunca realizados.
El colectivo se sigue deslizando, ahora con más facilidad debido a la lluvia, y yo sigo sentada mirando por la ventana a la gente que corre por la calle tratando de no mojarse. Como si esta lluvia sea tóxica, como si el hecho de que una gota los toque implica mucho más de lo que en realidad es. La gente con paraguas, como siempre, camina por debajo del techito buscando protección extra y desprotegiendo a los que ya están desprotegidos. Hasta ese punto llega el egoísmo del hombre.
Y yo me bajo del colectivo y camino bajo la lluvia. No me importa que el agua me moje, nada puede intoxicarme en un día así. Tampoco me preocupo por llegar empapada al trabajo. Ni por los egoístas y sus paraguas y sus techitos. Sólo soy yo caminando bajo la lluvia con mi banda sonora acorde al gris de mi alma. Y al gris del día. Y el de la ciudad. Quizás después cuando salga el sol también salga para mi. Puedo tener esa suerte alguna vez.
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