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Hablando de lugares para encontrarnos decidimos no volver al parque lezama e ir a un lugar al que no habíamos ido juntas, por lo menos no sin conocernos: el jardín botánico. Ambas habíamos estado en ese lugar para escuchar a la persona que de un modo u otro terminó por cruzar nuestros caminos: Lisandro Aristimuño.
Confirmamos el lugar, la hora y viajamos para encontrarnos ahí. Cada una desde un punto cardinal distinto. Preparamos los regalos para la otra: ella un dibujo y yo un compilado de música (como ya le había regalado la primera vez que nos juntamos).
Estaba llegando tarde, justo como la otra vez, y caminaba apurada al ritmo de una canción de Belle and Sebastian cuando vi sentada a una chica a lo lejos y supe que era ella. Apagué mi mp4, la miré y ella hacía exactamente lo mismo. Nos saludamos y decidimos comprar algo para tomar y para comer: Buenos Aires en verano puede ser fatal y necesitábamos líquido. Nos equipamos con lo necesario y entramos al botánico.
Caminar por ese lugar siempre me da una sensación de paz. Me recuerda las siestas cordobesas en las que me siento en una reposera bajo algún árbol con mucha sombra y me pongo a leer o a escuchar música. Recorrimos el jardín y decidimos sentarnos en el último banco, en una de las esquinas del botánico.
Hablar con ella es como tener una charla conmigo. Saltamos de coincidencia en coincidencia. Siempre me sorprende lo parecidas que somos. Se nota sobre todo cuando nos vemos porque por msn casi nunca nos encontramos: somos dos personas tapadas por las cosas de la facultad (otro parecido).
Hablamos y hablamos y caminamos y miramos libros y terminamos de tomar la sprite zero que compré y comimos las 9 de oro azucaradas que compró ella en honor a sus días de facultad y la acompañé a que se compre una agenda mientras seguíamos hablando.
Y la hora de despedirnos llegó y cada una se fue para su lado. Ella en tren y yo en mi colectivo favorito (el 12). Cada una a su casa, a hacer nada porque estamos de vacaciones, a aburrirnos un poco pero no demasiado, a contemplar nuestros regalos y a recordar la tarde genial que ya se había convertido en noche.
Hablando de lugares para encontrarnos decidimos no volver al parque lezama e ir a un lugar al que no habíamos ido juntas, por lo menos no sin conocernos: el jardín botánico. Ambas habíamos estado en ese lugar para escuchar a la persona que de un modo u otro terminó por cruzar nuestros caminos: Lisandro Aristimuño.
Confirmamos el lugar, la hora y viajamos para encontrarnos ahí. Cada una desde un punto cardinal distinto. Preparamos los regalos para la otra: ella un dibujo y yo un compilado de música (como ya le había regalado la primera vez que nos juntamos).
Estaba llegando tarde, justo como la otra vez, y caminaba apurada al ritmo de una canción de Belle and Sebastian cuando vi sentada a una chica a lo lejos y supe que era ella. Apagué mi mp4, la miré y ella hacía exactamente lo mismo. Nos saludamos y decidimos comprar algo para tomar y para comer: Buenos Aires en verano puede ser fatal y necesitábamos líquido. Nos equipamos con lo necesario y entramos al botánico.
Caminar por ese lugar siempre me da una sensación de paz. Me recuerda las siestas cordobesas en las que me siento en una reposera bajo algún árbol con mucha sombra y me pongo a leer o a escuchar música. Recorrimos el jardín y decidimos sentarnos en el último banco, en una de las esquinas del botánico.
Hablar con ella es como tener una charla conmigo. Saltamos de coincidencia en coincidencia. Siempre me sorprende lo parecidas que somos. Se nota sobre todo cuando nos vemos porque por msn casi nunca nos encontramos: somos dos personas tapadas por las cosas de la facultad (otro parecido).
Hablamos y hablamos y caminamos y miramos libros y terminamos de tomar la sprite zero que compré y comimos las 9 de oro azucaradas que compró ella en honor a sus días de facultad y la acompañé a que se compre una agenda mientras seguíamos hablando.
Y la hora de despedirnos llegó y cada una se fue para su lado. Ella en tren y yo en mi colectivo favorito (el 12). Cada una a su casa, a hacer nada porque estamos de vacaciones, a aburrirnos un poco pero no demasiado, a contemplar nuestros regalos y a recordar la tarde genial que ya se había convertido en noche.
*dedicado a celeste-cielo
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3 comentarios:
Hay algo de saudade en este relato.
Un abrazo
José Roberto Coppola
Yo a mi primera novia, la primera vez que la vi le llevaba compilados de música en cassette; lo cual tiene el encanto de lo viejo y la secuencialidad que sólo podes escucharlo como yo lo había hecho (Estoy hasta casi seguro que todos esos cassette ahora no existen).
Primero, me hizo recordar eso tu texto. Recordé eso.
El texto es muy bonito, tiene una ternura muy patente.
Ninguna de ustedes son la que grita: ¡Qué lindo Lisandro! ¿no?
Qué lindo relato, señorita.
Fue un soplo de aire fresco en esta cálida mañana de sábado.
Un beso.
Es asi, es verdad. Cada vez es mas fuerte esa sensacion de reflejarme en vos. Somos muy parecidas, muy. Por eso hablar con vos, es encontrarme un poquito más a mí, y todos sabemos que siempre es bueno conocerse más.
Tengo mi agenda y ya escribí sobre este encuentro en ella. ^^
El botánico es un lugar muy lindo, me acuerdo que cuando Lisan tocó ahí había un cartel que anunciaba el evento y decía "Cultura para respirar". Pienso que podría ser: Jardín Botánico, paz para respirar! jiji
Son los árboles que son sabios.
Gracias Flore, por cada palabra dicha y escrita, por dejarme conocerte y conocerme, por la música que me regalas (y yo tardo en escuchar, pero me enamoro de los sonidos)
Y pronto, ya estaremos organizando para vernos de nuevo. =D
g! jajaja ese grito característico de los recitales de Lisandro, a mi me hace reir mucho.
Pero yo no soy y no creo que sea Flore la que grita, ni me la imagino jajaja.
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