El día se pasó más rápido de lo que esperaba.
Abrió los ojos y se hizo presente el sonido del despertador del celular (uno de los sonidos más molestos que escuchó alguna vez).
Una mañana de lunes atípica tenía programada.
El mediodía la encontró sin ganas de estudiar y con una gran factura esperando ser comida mientras se tomaban fotos de ese momento clave.
La tarde voló. cuando quiso darse cuenta ya habían pasado 3 horas desde que se sentó a estudiar en su habitación, mientras la señora que limpia su casa 2 veces a la semana hacía su tarea. Fue ella quien la hizo tomar consciencia de la hora ya que era su momento de irse y había que abrirle la puerta.
La merienda fue rápida, siempre es rápida cuando está sola en su casa. Rápida y simple: nesquick bien frío y algunas galletitas.
El atardecer fue cayendo, lo fue notando cada vez que giraba su cabeza hacia la derecha para contemplar el paisaje de la avenida desde su ventana mientras se distraía un poco en su computadora.
La noche llegó y con ella el resto de los integrantes de la casa. Y ahí vuelven los deseos de estar sola otra vez, para evitar tanto despelote por todos lados.
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