martes, octubre 14

su día


Se despierta temprano, siempre lo hace. Desayuna un nesquick con cereales y los restos de un budín marmolado hecho por su madre y se pone a estudiar.
Los días de parcial le dejan siempre un nudo en el estómago: el hambre desaparece mientras su mente se va llenando de pensamientos no demasiado agradables.
Almuerza y mira el reloj cada tres segundos. A las 13.30 hs se abriga y sale de su casa, no sin antes haber agarrado el libro que está leyendo actualmente (sabe que lo va a necesitar en algún momento). Se toma el colectivo de siempre mientras mira a las personas que están claramente afectadas por el día gris.
Se baja en la calle Uriburu, calle que parece albergar a todas las ráfagas de viento existentes. Entra a su facultad y sale a las dos horas con una sensación de alivio. Tiene que hacer tiempo: el dentista espera su visita a las 17.15 hs. Mientras tanto le hace un favor a su padre y le va a buscar una receta a su doctor.
Llega al consultorio y la particular secretaria le dice que tome asiento. Mira y no encuentra lugar para sentarse así que permanece de pie. Las salas de espera siempre tienen un aspecto lúgubre y los pacientes están siempre sentados con cara triste, pensando en todas las cosas que podrían estar haciendo en vez de estar ahí, esperando mientras leen revistas demasiado viejas y que tampoco les interesan demasiado. La excepción a la regla de las salas de espera son las de los consultorios pediátricos: esas siempre están llenas de juguetes y de chicos haciendo despelote.
Media hora después sale del consultorio con la receta en mano. Mira la hora y piensa que es muy tarde como para irse hasta Palermo, así que se dirige a la plaza de la facultad. Sabía que haber llevado el libro había sido una buena idea. Se sienta cerca de unos skaters que recién empiezan a usar el skate y se pone a leer. El viento sopla muy fuerte y parece que no quiere que lea, sopla tierra que llega a sus ojos y que intenta sacarse (no lo logra del todo). Estos son los momentos en los que desearía ser más femenina y tener un espejo a mano para poder sacarse las basuritas de los ojos. Sigue leyendo hasta que recuerda que tiene algo que hacer. Mira la hora, se levanta y se va caminando por la Avenida Córdoba. Destino: dentista.
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2 comentarios:

Le Petit Prince dijo...

Bueno, yo prefiero un poco de tierra en los ojos por leer algo lindo a que me tengan que sacar una muela.

Unknown dijo...

a la rutina por estos lares hoy sumé el ponerme al día con el blog.
sentarse frente a la caja menos boba que se há visto (según usos no?).
la pantalla me roba unos minutos que el gris de la tarde se estaba ganando, lejos.

pensamientos varios que rozan el mismo camino que los mios, una sonrisa grandota como resultado.

ahora si, hecha esta reseña, un abrazo!

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i'm a real nowhere woman, sitting in my nowhere land, making all my nowhere plans for nobody.. am i not a bit like you?