Ella VIII (el cigarrillo necesario)

Ella se sienta en el suelo. Apoya su espalda contra el sillón y se dedica a mirar por la ventana. Muchas verdades fueron expuestas ante sus ojos y trata de asimilarlas a todas. Enciende un cigarrillo y se acomoda un poco mejor, mientras mira y decide de qué lado poner el cenicero. Se decide por su lado derecho. El humo del cigarrillo va subiendo, arremolinándose, entremezclándose consigo mismo. A ella le gustaría dejar de ser ella por un rato y ser tan libre como esos hilos que se desprenden de ese cigarrillo que tanto necesitaba.
Las verdades la dejaron pasmada, no logra acomodar todas sus ideas. Hay tantas cosas que tiene que cambiar, que quiere cambiar. Cosas que odia de sí misma. Cosas que le gustaría que desaparezcan. Pero ahí están, torturándola.
Y ahí están sus amigas también, en ese departamento. Fueron las que le dijeron las cosas como son, las que le hicieron ver lo mal que puede estar su cabeza a veces. Para eso están, ellas tienen que decirle las cosas para que se de cuenta. Para que se de cuenta y no sea como esa persona en la que no quiere convertirse pero cada vez se parece más y más.
Termina el cigarrillo, juega un poco con las cenizas, mira por la ventana, mira a sus amigas que siguen hablando de un nuevo tema, se levanta del suelo y se les une. Su mente está acomodada otra vez. Quizás no como debería, pero por lo menos no está tan mareada como antes de encender el cigarrillo.

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