viernes.

Despertarme otra vez a las 6 am. Sentir esa sensación de nerviosismo dentro mío, ésa que sólo siento un par de veces al año.
Sentarme a desayunar pensando (eso que seguía medio dormida) y pensando. Que esta es la última oportunidad que me doy, que espero que salga todo bien, que si sale todo mal no sé qué voy a hacer, que necesito un plan b, etc. La galletitas son muy difíciles de tragar cuando estás nerviosa y ni siquiera el nesquick resulta un alivio. El desayuno se convierte en una semi autotortura, porque si no desayuno después muero de hambre el resto del día entonces algo tengo que comer.
Terminar de desayunar, irme a mi pieza para acomodar todo y vestirme. Pongo a Rosal para que esa dulce voz me tranquilice. Empezar a mirar el reloj.
Llegó la hora: saludo a mamá, salgo a la calle con el mp3 y me subo al 12. Destino: Facultad de Medicina. Cuando llego mis estómago es un nudo por los nervios, por el miedo a que las cosas se repitan, no sé ya por qué. Entro (ese edificio me atemoriza en algún punto) y cuando llego al 2º piso del Sector Uriburu (Cátedra 2 de Anatomía) descubro que todo lo que maquiné por dos horas fue en vano. No tenía clases hoy.
Salgo de la Facultad con mi estómago desanudado y exigiéndome alimento. Me subo al 12 otra vez y vuelvo a casa. Desayuno como se debe y a las 12 del mediodía salgo otra vez rumbo a la Facultad. Esta vez el ascensor es otro, me deja en el 2º piso pero del sector Paraguay izquierda (Cátedra 1 de Histología). Los nervios no son tantos ya. Espero 15 min sin sacarme mi mp3 de los oídos y entro al aula donde me esperaba un microscopio que sería prácticamente lo único que vería por 4 horas.