Estás sentada mirando tv o frente a tu computadora con una amiga. Y de repente, en esos instantes de silencio, ocurre algo inesperado: la luz se va y sólo queda oscuridad. Oscuridad y una sensación extraña.
Lo primero que hacés es quedarte inmóvil, pensando que sólo es un corte pasajero, que en segundos se hará la luz y esta sensación de soledad que te da la oscuridad y el silencio van a esfumarse. Pero no es así. La luz insiste en no aparecer, en quedarse escondida, en descansar un poco después de tanto trabajo.
Siguen sentadas esperando y ya ves que la luz va a tardar en volver. Entonces tu hermano aparece para preguntar si el corte era sólo nuestro. Te acercás a una ventana o al balcón o mirás al pasillo del edificio para comprobar que vos no sos la única que sufrió la pérdida. En ese momento por tu mente pasan ideas: que no querés ser la única que no tiene luz, que querés que el resto del edificio (y del barrio) compartan con vos estas sensaciones que estás sintiendo. Pero después de meditarlo un rato pensás que si a vos sola te falta la luz quizás es más fácil solucionar el problema que si falta en todo el barrio. Mientrás intentás decidir cuál de las dos opciones te gusta más, salís al pasillo con tu amiga (que se está yendo) para que ya no tengas que elegir. El barrio (dos cuadras en realidad) está sin luz. La gente sale a la calle como buscando una explicación. Los vecinos se consultan, los encargados corren de un lado a otro explicando algo que ni ellos logran entender. Y vos mirás y ves a la distancia las luces de la avenida prendidas, y sentís un poco de envidia porque esa gente sigue su vida, como si nada hubiera ocurrido (y bueno, para ellos nada ocurrió).
Volvés a tu casa otra vez y te decidís a buscar velas porque, obviamente, no encontrás la linterna y además seguro que no tiene pilas (el colmo de los cortes de luz). Encendés las velas (eso te gusta, te parece lo más divertido de los cortes de luz) y las ponés en lugares estratégicos de la casa.
Te llevás una vela a tu pieza y te paseas un rato pensando en lo que podés hacer mientras esperás que vuelva la luz. Intentás leer pero se te cansan los ojos, jugás con las sombras que se proyectan en la pared y finalmente agarrás tu mp3 y Lisandro canta, muy oportuno por cierto, "me hice cargo de tu luz".
Te ponés a escribir en tu escritorio (tema: los cortes de luz) hasta que tu hermano entra a tu pieza para molestarte. Y mientras jugás con él escuchás ruidos de festejos y el ventilador que empieza a girar.
Volvió la luz, y todo vuelve a la normalidad. Te volvés a sentar en tu escritorio, prendés la luz, apagás la vela y, sin dejar de escuchar a Lisandro, te disponés a terminar la crónica de tu hora sin luz.
lunes, marzo 17
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
el pasado
Datos personales
- Floretta
- i'm a real nowhere woman, sitting in my nowhere land, making all my nowhere plans for nobody.. am i not a bit like you?
4 comentarios:
qué miedito me agarra.
puse su blog en el mío (el que recomienda música) para que los demás, vea que usted recomienda linda música.
un beso.
pd: aver si se encuentra :P
Me hice cargo de tu luz que desde afuera es tan hermosa...
Las velas suaves son lo mejor de los cortes de [luz].
Y si, esa sansación de que un corte de luz, de improvisto, cambia el día.
Pero que lindo si acompaña Lisandro!
Pero que lindo es que algo nos tome de sorpresa, nos cambie la rutina tan igual de todos los días, nos robe algo que sentimos tan nuestro y nos lo devuelva para que festejemos todos.
Corte de luz, cajita de sorpresas...
Muy sencillo y bonito, Floretta. Unes la luz con la luz, con tan solo un corte. un poco al contrario de la propia vida, que no es sino un destello de luz, en medio de una oscuridad infinita...
Besos, amiga.
Publicar un comentario